Coronavirus y el cóctel emocional

Coronavirus y el cóctel emocional

La emergencia creada por la aparición del coronavirus (Covidi-19) nos ha llevado a vivir en un constante momento de cambios a los que no nos ha quedado más remedio que adaptarnos. Desde las medidas de protección, el confinamiento, la desescalada, el teletrabajo, la convivencia 24horas, … En pocas palabras, nuestro mundo exterior varió en muy pocos días y no tuvimos más remedio que adaptarnos a ello.

A estos cambios debemos sumar el componente emocional, cargado de miedos, estrés, angustias, tristeza, … El origen podría ser muy diverso. Desde la preocupación por el hecho de tener a una persona cercana enferma, el duelo de aquellos y aquellas que han tenido pérdidas recientes, el miedo a coger el maldito virus o contagiar a otros, la angustia por las pérdidas económicas o pérdida del trabajo, la desazón por no poder conciliar el teletrabajo con los hijos, …

En resumen, ha sido y sigue siendo una etapa muy convulsa marcada por la incertidumbre constante que ha paralizado el día a día de nuestra sociedad tal y como la estábamos viviendo. Ha sido una situación que ha roto nuestros esquemas mentales y, a nivel emocional, nos es imprescindible tenernos que adaptar.

El vaivén emocional es normal

Como consecuencia de todo ello, es normal que en estos días nuestro equilibrio emocional y psicológico se haya visto alterado, pues hemos tenido y tenemos muchas cosas que procesar y muy poco tiempo para hacerlo. Así nos encontramos que muchos y muchas de nosotros hemos pasado por varios estados emocionales a lo largo de los días. Es frecuente que hayan aparecido sentimientos intensos de miedo, angustia, tristeza, desesperanza, enojo, … pero también momentos de euforia, entusiasmo, … En general, todo el mundo estamos más sensibles. Hemos hecho frente a una gran amenaza con infinidad de situaciones personales variadas que, de un modo u otro, nos han afectado.

Por otra parte, la “nueva normalidad” también nos lleva a vivir de manera diferente a la que estábamos acostumbrados ya que nos limita o condiciona a la hora de realizar actividades cotidianas y en las relaciones con los demás. Qué difícil se hace encontrarse con personas queridas y no poderlas abrazar o besar, ¿verdad? Este simple gesto, es un recordatorio constante de lo que hemos vivido y estamos viviendo, lo que nos puede hacer estar en un estado constante de alarma que genere altos niveles de estrés o angustia, haciendo evidente cómo ha cambiado nuestra vida en unos pocos meses. Esto que puede ir acompañado de sentimientos de tristeza.

Sin embargo, estas emociones normalmente son pasajeras y responden a la fase de adaptación de la que hemos hablado anteriormente.

Que podemos hacer para retornar al equilibrio?

Volver al equilibrio puede ser un proceso lento que dependerá de las características individuales y personales de cada uno. Es posible que nos cueste porque hay muchas medidas que tenemos que seguir poniendo en práctica y es posible que emociones que no han emergido antes, surjan con la “nueva normalidad” debido a que nuestro cerebro entiende que ya no estamos ante una situación de emergencia y, por tanto, podemos atender mejor a nuestras necesidades.

Para vivir lo mejor posible este proceso en el que nos encontramos le recomendamos lo siguiente:

  • Aceptar todas las emociones, escucharlas, expresarlas, vivir con normalidad. Hay emociones que nos son desagradables pero no por ello debemos intentar librarnos. Todas tienen su función y nos ayudan a esta adaptación. Escucharlas, expresarlas y preguntarnos que nos quieren decir nos ayudará a encontrar la mejor manera de manejar las situaciones. Hablar con las personas más cercanas, ayuda y mucho. El hecho de poder compartir las mismas realidades o inquietudes, nos ayuda a entender que estamos viviendo un proceso natural y habitual.
  • Cuidarnos: cuidar de los mensajes que nos decimos y hablarnos amablemente, cuidar la alimentación, las horas de sueño, darnos nuestros espacios, … Aunque convivamos con otras personas podemos pedir que nos permitan tener estos espacios. Por ejemplo: si tienes hijos, remarcar que el momento de la ducha es el momento de calma del papa o la mama, y que en este momento no se les puede atender.
  • Mantener el contacto con las personas queridas: Es importante poder estar en contacto con personas a las que amamos, que nos quieren y que nos hacen sentir bien. Este contacto puede ser virtual o telefónico si no es posible hacerlo de manera presencial.
  • Hacer actividades agradables, que nos motiven: en estos días en casa muchas personas han retomado antiguas aficiones o han descubierto otras, ¿por qué no mantenerlas? Mirar de compaginarlas con las actividades que solíamos hacer puede ser muy buena idea y nos aportará bienestar.
  • Mantener rutinas: Mantener las rutinas es vital para sentirnos bien. No es necesario volver a las rutinas anteriores al confinamiento si han cambiado y no se pueden mantener, pero si marcarse unos horarios y unas ocupaciones cotidianas. El hecho de tener unas rutinas ordenadas también hará que nuestra cabeza esté más ordenada y centrada.
  • Intentar pensar en positivo. Siempre que se pueda intentar encontrar lo bueno que nos ha aportado esta situación: hemos podido tener más tiempo para nosotros mismos / as, nos ha permitido frenar el ritmo frenético que en algunos casos llevábamos, nos ha hecho más conscientes de cómo somos y que nos gusta, hemos aumentado el contacto con las personas que queremos, hemos introducido hábitos saludables, …

Si aun así, sentís que la situación le desborda o si estas emociones han pasado de ser pasajeras a más estables generándoos malestar, no dudéis en contactar con profesionales de la psicología. Estamos a vuestra disposición para lo que necesitéis en: info@centrepip.com

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