Los psicólogos somos profesionales formados en el área de la psicología. Estamos especializados en el tratamiento de problemas emocionales y del comportamiento. Los psicólogos no podemos recetar fármacos pero podemos, a través de terapia, enseñar al paciente estrategias y técnicas para resolver sus problemas emocionales y de conducta.
El psiquiatra es un médico que ha estudiado medicina y posteriormente la especialidad de psiquiatría. Los psiquiatras son los únicos que pueden recetar fármacos y tienen un conocimiento muy profundo de la estructura biológica del cerebro y su funcionamiento.
La intervención de los psiquiatras se centra en la fisiología y la química cerebral. Es decir, se encargan de tratar a personas con trastornos emocionales o enfermedades mentales a través de medicación o prescripción de recetas médicas.
En ocasiones, psicólogo y psiquiatra hacen un trabajo conjunto, de manera que el primero se encarga del tratamiento psicológico y el segundo, del farmacológico.
Cada persona tiene su propio criterio, sin embargo, nuestra recomendación es acudir cuando se experimenta un malestar que no se sabe cómo resolver; síntomas como ansiedad, tristeza, obsesiones, problemas sexuales, problemas de pareja, insomnio, ira o miedos que se mantienen en el tiempo indican que algo va mal y que es el momento de buscar soluciones.
Es poco frecuente que un niño diga que se encuentra mal y que diga que necesita ayuda de alguien externo a su familia, aunque algún caso hay. A grandes rasgos, sería recomendable acudir al psicólogo infantil si vemos que hay cambios en los patrones de alimentación, de sueño, de rendimiento escolar, de estado de ánimo y/o en su nivel de actividad así como cuando se observan alteraciones en el comportamiento, en el juego o en las relaciones sociales.
En el caso de los adolescentes, puede ser que ellos mismos pidan ayuda, aunque también es posible que no lo hagan pero los padres consideren que los cambios que experimentan sobrepasan los cambios normales que se dan en éstas edades ya sea en tipo, frecuencia y/o intensidad. En estos casos también sería recomendable consultar a un profesional de la psicología.
Cuando el esfuerzo del niño no se ve reflejado en el rendimiento escolar, ya sea por la presencia de algún trastorno del aprendizaje (dislexia, discalculia,…) o del neurodesarrollo (TDA o TDAH) como por la falta de hábitos y/o técnicas de estudio.
Los padres juegan un papel fundamental en la terapia ya que, aunque se trabaje con l@s niñ@s y adolescentes en la terapia de manera individual, habrá momentos en los que puede ser necesario realizar sesiones conjuntas. Además, los padres deberán implicarse en el tratamiento y hacer los cambios que se consideren necesarios para mejorar la situación de sus hijos e hijas. Además de las sesiones con los menores, se establecerán sesiones individuales con los padres para trabajar en paralelo y/o se establecerán canales de comunicación adecuados para ello.
Las sesiones tienen una duración de 60 minutos.
La duración de la intervención es variable y no es posible determinar de antemano, ya que depende de factores, tales como el tipo de problema/s que tenga la persona, su disposición a trabajar en terapia, la cronicidad y extensión de los problemas, habilidades previas, expectativas, motivación, etc.
Sin embargo, uno de los objetivos es que la mejora empiece ya desde la primera sesión y que la duración del tratamiento venga determinada por las necesidades personales.
Lo más habitual y recomendable es acudir una vez por semana.. A medida que se va avanzando en el tratamiento las sesiones normalmente se van espaciando y la frecuencia suele ser una vez cada dos o tres semanas, en función de las necesidades de la intervención.
En función de las necesidades y dificultades de cada niño/a o adolescente, se plantea una intervención de 1 o 2 veces por semana con una duración de una hora.
Por teléfono, a los números 628 546 791 o 635 676 515, o por escrito al email info@centrepip.com